Nada como disfrutar de la vista de los arbotantes de 30 m de altura, descubrir insólitas perspectivas de arcos dentro de otros arcos. O simplemente, dejarse llevar por los pasillos de arena entre muros de pizarra, como en una imponente y caprichosa nave central. Y siempre, los pies en la arena y la cabeza en el cielo. Estamos en la catedral del mar.
(Fuente: Turismo de Galicia)
(Imágenes: Wikimedia)
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